domingo, 28 de abril de 2013

DICTADURA


Vamos a hablar hoy de un tema de gran actualidad política, que es el tema de la «dictadura»; entendida ésta como autocracia, es decir, como gobierno de una camarilla o de uno solo, opuesta a la democracia o los gobiernos “del pueblo”. Democracia que se considera el canon para que una sociedad política sea digna de tal nombre y la autocracia pues sería, por el contrario, una sociedad degenerada. Así se celebrarán, con gran alborozo, la primavera árabe; en la que diversos países musulmanes se habrían librado de dictadores, ya sea en Egipto, en Túnez o en Libia, viéndose como la antesala de la democracia.

Sin embargo, los clásicos no han considerado que las formas de gobierno sean por un lado la democracia y por el otro las autocracias. Como bien sabemos, Aristóteles, que introdujo la primera tipología política distingue, por un lado, la monarquía o el gobierno de uno, la aristocracia o el gobierno de varios y la democracia o república, según los casos, que sería el gobierno de todos. Distinción que es formal y que una vez se aplica sobre determinadas materias provoca una mezcla de regímenes, incluso provoca la degeneración de estas tres formas canónicas; la monarquía degenera en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia o república en demagogia. Y como vemos, Aristóteles no habla de dictadura. ¿Por qué…? Porque la dictadura no se entiende como una forma de gobierno, sino más bien como un método provisional para salvar la legalidad o para salvar un Estado en el caso de que se vea amenazado.

El modelo canónico de dictadura fue el de Cornelio Sila, que en los últimos tiempos de la república romana, previos al Imperio, intentó salvar la república nombrándose a sí mismo dictador para dictar él las normas por su cuenta y después de unos años abandonar el poder y dejar que la legalidad siguiera. Y esta fórmula es la que se entiende realmente como dictadura. Ejemplos históricos hay muchos. Es el caso de Oliver Cromwell en la Inglaterra del siglo XVII, que fue elegido dictador, democráticamente, lo que prueba que la democracia y la dictadura no se oponen, y que gobernó durante algunos años la Commonwealth británica, hasta que se restauró la monarquía. Simón Bolívar se proclamó a sí mismo dictador, para luego ser Presidente vitalicio de la Gran Colombia. Hugo Chávez, como bien sabemos, solía proclamarse también dictador en ocasiones, mediante las Leyes Habilitantes, que le permitían durante el período de unos meses, o incluso de años, dictar normas al margen del Parlamento; es decir, este es el sistema de la dictadura. Como diría Carl Schmitt, la dictadura se refiere a aquél que ostenta el poder… más allá de la legalidad o el formalismo, es decir, la dictadura soberana.

Por lo tanto, concluiremos, que la perspectiva de distinguir entre democracias por un lado y autocracias o dictaduras por otro es una perspectiva propia de un pensamiento grosero, del fundamentalismo democrático que diría Gustavo Bueno, que no ve más allá de la democracia, que la considera el fin de la historia o incluso la fuente de todos los valores. Y de hecho, pues regímenes como los de la República Popular China o la República de Corea no serían propiamente dictaduras; si acaso podrían denominarse, para seguir los cánones del marxismo, como dictaduras del proletariado. Pero ese sentir como dictaduras del proletariado se refiere al dominio que la clase proletaria ejercería en el socialismo. Dictadura del proletariado contrapuesta a la dictadura de la burguesía; que a su vez, tomaría las formas ya mencionadas: ya bien sea de la monarquía, de la aristocracia o de la democracia.

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