lunes, 3 de diciembre de 2007

LA GUERRA ES CARACTERÍSTICA Y PROPIA DE LA CIVILIZACIÓN

La «guerra», como en una buena educación para la ciudadanía debería decirse, es característica y propia de la civilización. Es una categoría política. Es una relación entre Estados o Imperios.

Hay imperios depredadores, cuya norma es el colonialismo y su objeto sería: «poner a las demás sociedades al servicio de la sociedad imperialista» (las demás sociedades políticas sólo existirán, para la de referencia, a título de colonias, susceptibles de ser explotadas). Un ejemplo, en la Antigüedad, sería el Imperio Persa de Darío; en la Edad Moderna, el imperialismo inglés u holandés, en tanto que aquél se regía por la regla del exterminio, en sus principios americanos, o por la del gobierno indirecto en sus finales del imperio africano y asiático. En la Edad Contemporánea, sería obligado citar a la Alemania nazi, basada en los principios de la superioridad de la raza aria…, en pocas palabras: los vikingos de turno, &c. Puede parecer, algunas veces, que respetan al nativo; pero sólo es una ilusión: de hecho no quieren que cambien porque así les pueden engañar más fácilmente. Y hay imperios generadores, cuya norma es la intervención de una sociedad en otras sociedades políticas (en el límite: en todas, en cuanto imperio universal) y su objeto sería: «ponerse a su servicio» en el terreno político, (es decir, orientándose a «elevar» a las sociedades consideradas más primarias políticamente, incluso subdesarrolladas o en fase preestatal, a la condición de Estados adultos, soberanos), intentando generar Estados nuevos; y la dialéctica de esta norma es que ella, o bien habrá de cesar al cumplirse su objetivo o bien habrá de cesar si se llega a la constitución de un Estado Universal único (la Cosmópolis de los estoicos). Todo ello sin perjuicio de sus componentes depredadores, que sin duda pueden darse. Un ejemplo, en la Antigüedad, sería el Imperio de Alejandro Magno (incluso el Romano, desde ciertas perspectivas); en la Edad Moderna, el imperialismo español, que pudiendo tener también prácticas depredadoras, eran vistas, precisamente, como transgresiones de la norma fundamental, ya desde la época de la Conquista (Las Casas, Montesinos, Vitoria, Suárez). Como ejemplo en la Edad Contemporánea, podrían incluirse, por un lado, a la URSS (en cuanto impulsora de los movimientos de liberación nacional); y por otro a los EEUU (en tanto se presentan como garantes de la defensa de los derechos humanos y de las democracias); con todas las reservas anotadas antes. Estos planteamientos no garantizan que unos produzcan menos sangres que otros… o que no puedan tener acuerdos, medio forzados o no, entre ambas concepciones.

No es del todo cierto que la guerra sea una continuación de la política por otros medios; no es una continuación, es la misma política. No es posible decir: hasta aquí es política y desde aquí es guerra; pues todo pertenece a la misma categoría. Cuando se preparó el desembarco en África, en la Guerra II, dejando al margen a los franceses, que se supone eran aliados, no sólo se estaba haciendo la guerra, se estaba haciendo política; pues es lo mismo.

(...Placas tectónicas de las ideas de Imperios realmente existentes...)
Las legiones romanas, infiltradas por los bárbaros, decían «war» en un sentido eufemístico, humorístico. No era la «guerra», sino la agarrada, la “agarradiella” como dicen en Asturias; una pelea entre tribus. ¡Vamos al jaleo…! como decían en la guerra civil española. Anda jaleo… y así se desdramatizaba. Pero que nadie se confunda, era un jaleo muy real. Por eso, en idiomas de zonas donde no ha habido Estado no existe la palabra «guerra». En un idioma preestatal no puede haber la palabra guerra porque no había Estado, luego no había guerra. Había “agarradiellas”. La guerra es muy distinta de la caza. En la guerra es imprescindible no masacrar al adversario. Eso sería caza. Se trata de mantenerlo vivo para esclavizarlo o para lo que sea. La guerra supone el Estado, supone una sociedad estratificada en la que hay una capa cortical formada por los guerreros. La guerra es política ampliada… y, por tanto, hay que disociarla de la psicología y de la crueldad; hay que distinguirla. Es una operación técnica propia de los Estados. La guerra es política por esencia. ¿Y qué es la política, sino economía…? Los anarquistas dicen: luego si no hay Estado, no hay guerra. Es evidente. Pero ellos caen en el sofisma de la negación consecuente. La cuestión es otra muy distinta: por ejemplo, si las guerras son contingentes o necesarias. Por eso, para analizarlas es importante optar por alguna teoría concreta del Estado.

Marx veía la guerra como resultado de la lucha de clases, una continuación de la lucha de clases. ¿Cuántas cunetas hay bajo ese pretexto…? Sin embargo, si se contempla del revés, leyendo en sentido inverso, se verá que la lucha de clases hay que verla a través de los Estados. Dicen que de la propiedad privada viene el Estado; pero es lo contrario: cuando hay Estado empieza el reparto de la propiedad territorial y el inicio de la propiedad privada. Antes, es la apropiación del territorio. ¿Con qué derecho…? Con el derecho de la fuerza. No es derecho natural, no vale eso de ser el primer ocupante. ¿Por qué tiene más derecho el primer ocupante que el segundo…? Dicen que los americanos fueron a Irak por el petróleo. ¿Les parece poco…? ¿Poco importante…?. Dicen que es de los árabes, pero ¿porqué?, ¿les dio Alá el petróleo…? La guerra es política por naturaleza (y por tanto, es económica). Contraponer guerra y paz como si se contrapusiese lo salvaje y lo civilizado es un error. En el mundo salvaje no hay guerra; muchas hormigas le darían clases a Napoleón. ¡Pero si los árabes no tenían ni idea de lo que era el petróleo ni dónde estaba…! Lo descubrieron y lo sacaron con su tecnología los franceses e ingleses.

Vitoria, creador del derecho de gentes, habla del derecho de los españoles a estar en las Indias. Los protestantes basaban ese derecho en la gracia, llegaban allí para darles a los indios la gracia de Dios. Vitoria dice que eso es secundario, que lo importante es el derecho de gentes, el derecho que tiene todo el mundo a ir donde quiera. Y que si está ocupado, los que están allí tienen obligación de dejarles pasar, de asentarse, de comerciar con ellos y de dejarles explotar los recursos. Es la tesis escolástica española, heredada de Santo Tomás, según la cual la Tierra es de todos. De todos los que, cabría señalar, tuvieran tecnología. Esto es algo que los comunistas nunca han percibido. Para el Estado, la tierra es de éste o aquél, pero no de cualquiera. El comunismo está negado ya por el Estado. Si hay lucha de clases, es a través del Estado; que asegura la propiedad privada de los ciudadanos. La guerra está fundada en las relaciones entre los Estados. Es política. En la Guerra I, Rosa Luxemburgo decía: «abajo las armas, ¿porqué vamos a luchar los obreros unos contra otros…?». Pero acaban luchando y a ella la acaban fusilando los socialdemócratas.

Los conflictos que llevan a la guerra son objetivos, ya que afectan a la sostenibilidad de los Estados; o si se prefiere, de las «fuerzas» que los constituyen. Si un Estado invade a otro por lo que sea, el invadido puede aceptar la invasión, y entonces no hay guerra, o resistirse mediante una guerra defensiva. ¿La guerra es justa o injusta…? Es una distinción fuera de lugar, es como preguntarse si un logaritmo es verde o rojo. La justicia supone el derecho. Sin ordenamiento jurídico no hay justicia. Supone unas reglas históricas establecidas, racionales, pero fundadas sobre los principios del esclavismo: dar a cada uno lo suyo, al amo lo suyo y al esclavo lo suyo, muy compatible con el sincretismo cristiano (al César, lo del César…) o el comunismo (cada cual según sus necesidades…). La justicia supone un derecho. Es injusto, por ejemplo, que los esclavos asalten latifundios, así que con toda justicia viene la legión de Pompeyo y los pasa por las armas. No hay Estado sin derecho. Todo Estado es de derecho. El derecho sin Estado es pura ilusión. A eso se le llama derecho internacional, que no es nada. Es una invención de los catedráticos de Derecho Internacional. Y de los diplomáticos o sucedáneos. Una invención completa. Otra ficción, una ficción jurídica. Supone el derecho natural, el naturalismo. No es nada. Las guerras son prudentes o imprudentes en función de la «eutaxia»; es decir, de la sostenibilidad de los Estados. Si un país es invadido y al reaccionar se pone en peligro el Estado, esa guerra es imprudente; aunque sea defensiva. Debe plegarse. Incluso recibir al invasor como a un liberador. Si de una guerra ofensiva se llega a la derrota, entonces es imprudente; debe estar ganada de antemano. El término «muslim» (musulmán) siempre se tradujo por «sumisión». Ahora los ulemas e imanes dicen que significa «paz». Desde el punto de vista del vencedor la paz es la victoria; desde el punto de vista del vencido la paz es la sumisión. Se somete al victorioso. Si significa «paz» es porque se sienten victoriosos.

Las razones de una guerra no son subjetivas porque no hay ningún individuo responsable. Lo que hay es gente ligada a un grupo, que a su vez tiene relación con otros grupos, que a su vez se relacionan con lo que suponen sus Estados, &c. que se mantendrán en paz mientras dicha relación no suponga “desequilibrios”, pero que irán al jaleo en cuanto diversas cosas se den. Es una relación circular; y por más que tenga un amigo en Hong Kong, a quien tengo debajo es a mi vecina. Es muy difícil hacer una guerra imperialista desde una democracia. Es el problema de los norteamericanos; una democracia que en principio no fue pensada para la guerra, que se fue transformando y que, claro, está ahora en una contradicción constitutiva. Pero el fin de la guerra siempre será la paz. Lo dicen Aristóteles y Cervantes. Y la paz es la paz de la victoria. El orden establecido por la victoria. Y ese orden, no está siempre vinculado al orden del vencido. Pero el vencido se pliega si su prudencia política le aconseja eso.

Al «terrorismo» habría que distinguirlo igualmente. Una sociedad siempre se establece, o en la parte activa, la terrorista, o en la pasiva, la aterrorizada. Sin esa relación, aunque haya mucha violencia, no hay terrorismo. Puede haber violencia sin terrorismo, como sucedió a la secta del Templo del Sol, donde quedaron masacradas 800 personas; pero no es terrorismo, son otras patologías. Hay cuatro características del terrorismo, dos de la parte activa y dos de la pasiva. Desde el lado activo, el grupo terrorista debe dejar la marca o el mensaje. Y debe ser recurrente. Si no, no hay diálogo del terror, no se moldea, no se educa al aterrorizado. El llamado terrorismo de Estado, de hecho, no es tal. Del GAL se supo todo sólo por la incompetencia de los que lo hicieron. Lo que hicieron era asesinatos de Estado, pero no terrorismo. La agresión debe ser abierta, debe poder repetirse indefinidamente, ya que sólo así educa. Por eso, los actos puntuales, no son terroristas. Ni siquiera el asesino en serie es terrorista, pues la serie la establece la policía; él no quiere que se sepa, ni que las víctimas lo sepan. Desde el lado pasivo, es necesario que se produzca una sorpresa aleatoria: ésa es la fuente del terror. Seguido de la huída (si no hay huída, no hay terrorismo; hay «guerra»). De ahí que todos digan: ¿por qué?, ¿por qué? Todos saben porqué, pero expresan así la sorpresa. No es terrorismo lo que hacía la Inquisición, pues era público, previsible y además de acuerdo a unas leyes. Pero lo más importante: es necesaria la complicidad de la parte aterrorizada. A veces llega a ser tal, que el terrorismo no es necesario. Los vikingos montaban tales destrozos, que los lugareños les entregaban de entrada las cosas a fin de que no los destrozaran demasiado. O como el empresario que paga a ETA sin decirlo a nadie. Al cabo de un tiempo, por su propia autojustificación, se acaba creyendo las razones de la “banda” y se hace a sus prácticas; es decir, se crean condiciones para que la sociedad establezca relaciones de complicidad con el terrorismo. Qué decir, cuando son las mismas fuerzas de seguridad de un Estado, las que avisan a los propios terroristas sobre eventuales redadas. Al Qaeda es de alguna manera un Estado, sea Afganistán o el que sea; y de ahí que pueda catalogarse como «guerra». En algunos sitios matan a 200 y nadie hace nada: son cómplices; en otros, por cada 1 que cae, en la respuesta caen 200: no quieren ser cómplices. Si en algunas zonas se mantiene, de momento, la idea de «lucha contra el terrorismo» es, simplemente, para evitar males mayores (por prudencia política), un eufemismo; ya que, de otro modo, habría que declarar la guerra abierta… con eventuales mayores consecuencias. Pero en realidad es y será «guerra».

La bomba atómica globalizó a la humanidad. Y creer en los extraterrestres legitima la bomba, ya que contra ellos sólo cabría esa salida (por una simple cuestión existencial). En EEUU es donde más gente cree en los extraterrestres; por eso buscan agua en Marte. La globalización actual empieza con la caída de la URSS. El comunismo también era globalizador. Insistía en la idea de paz con aquél manifiesto firmado por millones de personas en 1950 a favor de la paz. Lo que querían en realidad era quitarle la bomba a EEUU. La URSS pretendía heredar el proyecto globalizador de la iglesia católica, la «pax cristiana». El comunismo era la nueva Roma globalizada. Pero pocos se percatan que EEUU y la URSS tenían un enemigo común: el anarquismo. Más allá de los «bloques», eran aliados, como se vio en la lucha común contra el 68… donde en ambos lados hubo jaleo. Al caer la URSS, en EEUU se produjo un movimiento de terror, ya que cogía fuerza el anarquismo. El movimiento antiglobalización es anarquista y causa pánico a EEUU. La Iglesia, en sus orígenes, también fue anarquista. La ciudad de Dios contra el Estado: eso es anarquismo.

Millones de personas luchan y se manifiestan por ideas completamente abstractas. Es muy curioso; en toda manifestación por la paz casi nunca hay voluntad de analizar: «yo no quiero que usted me analice nada de nada; yo quiero la paz y punto…»… «Así que usted no me intente explicar nada porque me ofende…». Y todo esto provocando y ¡CHILLANDO!, ¿a quién...? (véase que no utilizan la palabra «paz»; sino «no a la guerra»). Muchas gentes, sin duda, mantienen las posturas de los etólogos. O de los teólogos, que son bastante parecidos: la guerra es la vergüenza de la humanidad, dicen, es resultado del pecado; la guerra de Irak es producto del animal que llevamos dentro. Uno de los antropólogos de Atapuerca, sobre este asunto, aseguraba que no habíamos avanzado nada desde el «antecessor». Ésa es su filosofía. Estamos como en Atapuerca; luego la guerra es una fase prehistórica de la humanidad. Marx decía: «estamos aún en la prehistoria de la humanidad». San Agustín: «la paz es la paz cristiana…; y fuera de la luz del cristianismo el hombre está sometido a la guerra…». Hay tantos tipos de paz, como de guerras. Fuera del ojo egipcio que hay en el dólar, y que dicen desprende luz, todo es guerra. Y sin embargo, muchos siguen pensando, fuera de EEUU, que el mulato Obama, porque es mulato por más que se empeñen en llamarlo negro, les va a solucionar la papeleta…; ¿no tienen oídos…?; ¿desde cuándo a tal elemento le interesan otras cosas que no sean los norteamericanos…?; ¿desde cuándo “norteamericano” significa también “europeo”, “africano” o “asiático...? Es sorprendente el interés de muchos en estar alegres y entusiasmados; incluso fuera de EEUU. Dice: «podemos»… pero nadie le pregunta «el qué»; ni a quienes incluye en ese «podemos». ¿Podemos ganar a Irán…; por ejemplo…? ¿O a Hamás...? Sí, podemos; pero ya veremos cuando jure el cargo… ¿«Podemos» sólo va referido a los norteamericanos… o es un aviso mundial a quien tenga oídos…? ¿Es un llamamiento a defender un modo de concebir la «civilización»…, frente a otros modos…? Después, los alegres y entusiasmados, cuando Obama se vea obligado a enviar más legiones fuera (porque las enviará… simplemente para no tener que luchar en la 5ª avenida)… o pida más legiones al resto (porque las pedirá... simplemente para no tener que luchar en las suyas), comprenderán dónde radica el “poder”; como cuando una aviación concreta destruyó en 2007, con permiso de EEUU por supuesto, la base nuclear que los norcoreanos le estaban construyendo a los sirios en su territorio. Por fortuna para muchos, se pudo. Si Obama no pudiera manifestar su poder, trasladaría debilidad; «sumisión» o «paz», según se mire, en poco tiempo; suficiente para que la bomba demográfica explosione (en Rusia, por ejemplo, el 40% del ejército es musulmán).

El lobo siempre ha sido el lobo y caperucita siempre caperucita. En algunos sitios quieren hacer creer a la gente que el lobo es como una especie de corderito que en realidad ama a caperucita… Un soldado siempre ha sido un soldado, pero ahora es como una especie de bombero, enfermero o hermanita de la caridad… cuya misión es regalar condones porque así es como conseguirá la paz mundial… y a esto lo llaman educación para la ciudadanía. Nadie se entera; de ahí que, cuando se habla de la desertización de la Patagonia, muchos digan: «la culpa la tiene Rouco Varela». Todo tiene grados, la distinción y la confusión, la claridad y la oscuridad.

[Cf: G. Bueno, La Nueva España, 12-05-2004, págs. 56 y 57, «la guerra es característica y propia de la civilización»]

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