El peligro de la neolengua, más o menos una traducción literal del sentido etimológico de neologismo, viene perfectamente establecido y articulado en la «teoría del lenguaje» que Orwell escondió en su novela «1984». No hay nada incongruente en tratar una obra literaria en este sentido, una vez que se acepta que la literatura es un significado por medio del cual la sociedad se comunica consigo misma sobre cosas que le conciernen; y las relaciones entre el poder político y el lenguaje son, con total seguridad, una de esas cosas.
En la obra se observa, cómo Syme es de «opiniones deliberadamente limitadas». El propósito de la neolengua es, no sólo proporcionar un medio de expresión de la visión del mundo y de los hábitos mentales apropiados a los devotos de «Ingsoc», (socialismo inglés, para el autor), sino hacer imposibles todas las demás formas de pensar. No nos introduciremos en profundidades morfológicas del lenguaje o teorías transformacionales, pero sí en la denuncia que Orwell hace sobre la divergencia lingüística y el conflicto que conlleva; pues no sólo cambian las construcciones gramaticales, sino que se ve afectado también su significado. En un episodio Winston Smith recibe instrucciones:
«times 3.12.83. referente orden día gh doble más bueno refs no personas rescribir completo someter antes archivar.»
El autor nos da una versión, que dice: «La formación sobre el orden del día del Gran Hermano en el Times del 3 de diciembre de 1983 es absolutamente insatisfactoria y se refiere a personas inexistentes. Volver a escribirlo por completo y someter al borrador a la autoridad superior antes de archivarlo.» Es evidente que el lenguaje corriente es input; como una entrada para una operación mecánica que elimina, por ejemplo, artículos, preposiciones y desinencias. Pero va más allá. Como queda claro en el texto, tanto la vielengua, que ya venía alterada por transformaciones diferentes, como la neolengua, deben ser entendidas como lenguajes diferentes:
«No aprecias en lo que vale la neolengua, Winston, dijo [Syme]. Incluso cuando escribes sigues pensando en vielengua... esos artículos que escribes en el Times... son bastante buenos, pero son traducciones.»
Winston está traduciendo entre dos lenguajes diferentes, no transformando una variante en otra. Se elimina la libertad contextual, supresión y sustitución de juicios de valor, de toda clase de elementos. Por ejemplo, una vez que todas las preposiciones han sido suprimidas, no hay modo de saber, como norma, si en una posición concreta, la preposición perdida es de o en o para. Ni Orwell pudo llegar tampoco a sus apuntes por ese procedimiento. Dicho de otro modo: que quien hable neolengua es de hecho incapaz de construir ciertas frases o ciertos pensamientos. Esta es la afirmación de los gramáticos de neolengua: que una vez que se imponga ésta, la vielengua se hace imposible. Mientras, el hablante ideal, considerará su actuación como “una variación periférica tolerable para el sistema”.
En la teoría de Orwell, el lenguaje no se ha formado por convención o contrato: se ha impuesto por aquellos que tienen el poder de imponerlo. El único habla “homogéneo” de la comunidad es el creado por medio de la coerción política y física. La situación socio-lingüística que se nos describe es la siguiente: un rígido lenguaje codificado que custodia la élite y un dialecto oral que habla el resto. Un “bilingüismo disglósico”.
Sería absurdo negar que el lenguaje que hablamos determina el modo de cómo pensamos. No sólo es un modo de expresión. El lenguaje origina en las gentes ciertos conceptos, ideas y actitudes con respecto a su entorno y les impide mantener otros diferentes. En la situación descrita, se pretendía que cuando se adoptase la neolengua definitivamente fuese literalmente imposible un pensamiento herético, por lo menos, en cuanto el pensamiento depende de la palabra. El significado de cada palabra depende de su relación con otras; por lo que, una vez que todas las regiones del léxico han sido suprimidas y se han redistribuido otros bloques de significado, las palabras individuales se convierten en apenas inteligibles para cualquiera que no haya dominado el lenguaje como un todo.
Se comprueba, pues, que nadie pudiera decir en neolengua: «Todos los hombres son igual». El problema no es el incorrecto singular «igual», sino el uso del predicado mismo con el sujeto «hombres». El mismo problema se plantea con la frase: «El Gran Hermano es nobueno». Pues la regla selectiva impide aplicar «nobueno» a una serie de conceptos, tales como «Gran Hermano» o «Ingsoc», ya que sólo son de aplicación a otros, tales como «Goldsteinismo», «crimental» o «Eurasia».
Para un oído ortodoxo «El Gran Hermano es nobueno», evoca simplemente una incoherencia evidente. Del mismo modo que para un norteamericano, en plena guerra fría, lo hubiera sido oír: «los rusos son buenos». Pero, además, hay otra razón por la que esta frase resulta imposible... y es que no podría ser sostenida por argumentos razonables, porque las palabras necesarias para tales argumentos no están disponibles, no se conocen. La limitación del lenguaje impide que se formulen ciertas ideas. «Todos los hombres son igual», también sería sintéticamente falsa, en el mismo sentido que «todos los hombres son pelirrojos» es también falso. Se elimina toda creatividad, se impide crear tácticas tales como la metáfora, la analogía, la redefinición, la deducción lógica ordinaria, el préstamo; terminando en la inhibición psicológica, social y física. El término que se aplica a este proceso de uso creativo del lenguaje es «paracrimen»: significa la facultad de parar, de cortar en seco de un modo casi instintivo todo pensamiento peligroso que pretenda salir a la superficie. Incluye esta facultad la de no percibir las analogías, de no darse cuenta de los errores de lógica, de no comprender los razonamientos más sencillos, si son contrarios a los principios de «Ingsoc». Es decir: estupidez protectora.
En el proceso de eliminación y sustitución, la neolengua destila «mujer» como:
“-masculino+adulto” o «niño» como: “+masculino-adulto” y así sucesivamente. «Malo» es «nobueno», «oscuro» es «noclaro». «Mujer» se fijaría entonces como: «adulnohombre»: esto es lo que Syme encuentra tan maravilloso, que le dice a Winston:
«Por ejemplo, tenemos “bueno”. Si tienes una palabra como “bueno”, ¿qué necesidad hay de la contraria “malo”...? «nobueno» sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a “bueno” y la otra no. Al final todo lo relativo a la bondad... podrá expresarse en realidad por una sola palabra. ¿No te das cuenta de la belleza que hay en esto, Winston?...»
Los peligros que percibe Orwell vienen de la rigidez y exclusividad de las jergas... pre-fabricados y artificios para evitar discurrir. Y aprovecha la ocasión, para denunciar que es en las múltiples divisiones sociales donde está el origen de la decadencia del lenguaje. Tales divisiones, no sólo se circunscriben a tener recursos o no tenerlos, ni sólo a las divisiones “categoriales”. A éstas se le van uniendo, de algún modo, las tecnológicas. No será extraño, pues, comprobar, que los seguidores de neolengua empiecen a manifestar ciertos estados “psicóticos” en los que dejan patente un aumento espectacular en su incapacidad para comprender, incluso cuestiones nimias. Eso sí, sin dejar de ser modernos; pues se admite, en la norma impuesta: “+aparato Manolo +moderno”.
Creer que es “una variación periférica tolerable para el sistema” demuestra que no se entiende nada, ni se sabe qué es el sistema... y poco faltará para que por las pantallas televisivas se imponga el «Gran Hermano», 24 horas al día, sin descansar... Este tipo de cultos, no nos engañemos, es el único modo de mantener grandes masas de población siempre al borde de la locura.
El vaticinio se ha hecho realidad. La mayoría de las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo sólo sirven para sostener la mística del “Partido” y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa. La rebelión física o cualquier movimiento preliminar hacia la rebelión, como se puede constatar, no es posible en nuestros días. Nada hay que temer de la masa; muchos de cuyos componentes ni siquiera creen serlo. Dejados aparte, continuarán, los que queden y puedan, de generación en generación y de siglo en siglo, trabajando, procreando y muriendo; no sólo sin sentir impulsos de rebelarse, sino sin la facultad de comprender que el mundo podría ser diferente de lo que es. Sólo podrían convertirse en peligrosos si el progreso de las técnicas hiciera necesario educarles mejor; pero como se intenta mantener el estado de cosas sin mucha necesidad de esto, se procura que el nivel de educación popular decline continuamente.
Las opiniones que tenga o no tenga la masa se consideran con absoluta indiferencia… y por eso se les invita constantemente a que den su opinión: «envíen al 6969 lo que quieran… nos importa un bledo, porque lo importante es el importe + iva… que tenemos derecho a cobrar..., pero les aseguramos que serán escuchados…» (sí… por la telefónica de turno… que emitirá la correspondiente factura en debida forma y plazo…) A las masas se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno… cosa que puede verificarse cuando desde los medios constantemente les dicen lo sumamente inteligentes que son: «¿Un derivado de la leche...?» Respuesta: «la vaca».
Las únicas opiniones que de hecho educan a las masas sólo pueden ser válidas si reúnen ciertos requisitos: «Cómo estaríamos de hartos, que hemos preferido Al Qaeda a Aznar…» (José Miguel Monzón, “Wyoming”, 15-03-04); pues las masas, para lo único que están, es para poder ser exterminadas en cualquier momento… si no fuera así, ¿cómo podría mantenerse la mística del “Partido”...? Todas ellas se merecen que les mientan; pues es el único modo de procurarles fuerza, el único modo para que sean libres y el único modo de mantener la paz.
[Cf: Paul Chilton, «La concepción del lenguaje en Orwell»]
En la obra se observa, cómo Syme es de «opiniones deliberadamente limitadas». El propósito de la neolengua es, no sólo proporcionar un medio de expresión de la visión del mundo y de los hábitos mentales apropiados a los devotos de «Ingsoc», (socialismo inglés, para el autor), sino hacer imposibles todas las demás formas de pensar. No nos introduciremos en profundidades morfológicas del lenguaje o teorías transformacionales, pero sí en la denuncia que Orwell hace sobre la divergencia lingüística y el conflicto que conlleva; pues no sólo cambian las construcciones gramaticales, sino que se ve afectado también su significado. En un episodio Winston Smith recibe instrucciones:
«times 3.12.83. referente orden día gh doble más bueno refs no personas rescribir completo someter antes archivar.»
El autor nos da una versión, que dice: «La formación sobre el orden del día del Gran Hermano en el Times del 3 de diciembre de 1983 es absolutamente insatisfactoria y se refiere a personas inexistentes. Volver a escribirlo por completo y someter al borrador a la autoridad superior antes de archivarlo.» Es evidente que el lenguaje corriente es input; como una entrada para una operación mecánica que elimina, por ejemplo, artículos, preposiciones y desinencias. Pero va más allá. Como queda claro en el texto, tanto la vielengua, que ya venía alterada por transformaciones diferentes, como la neolengua, deben ser entendidas como lenguajes diferentes:
«No aprecias en lo que vale la neolengua, Winston, dijo [Syme]. Incluso cuando escribes sigues pensando en vielengua... esos artículos que escribes en el Times... son bastante buenos, pero son traducciones.»
Winston está traduciendo entre dos lenguajes diferentes, no transformando una variante en otra. Se elimina la libertad contextual, supresión y sustitución de juicios de valor, de toda clase de elementos. Por ejemplo, una vez que todas las preposiciones han sido suprimidas, no hay modo de saber, como norma, si en una posición concreta, la preposición perdida es de o en o para. Ni Orwell pudo llegar tampoco a sus apuntes por ese procedimiento. Dicho de otro modo: que quien hable neolengua es de hecho incapaz de construir ciertas frases o ciertos pensamientos. Esta es la afirmación de los gramáticos de neolengua: que una vez que se imponga ésta, la vielengua se hace imposible. Mientras, el hablante ideal, considerará su actuación como “una variación periférica tolerable para el sistema”.
En la teoría de Orwell, el lenguaje no se ha formado por convención o contrato: se ha impuesto por aquellos que tienen el poder de imponerlo. El único habla “homogéneo” de la comunidad es el creado por medio de la coerción política y física. La situación socio-lingüística que se nos describe es la siguiente: un rígido lenguaje codificado que custodia la élite y un dialecto oral que habla el resto. Un “bilingüismo disglósico”.
Sería absurdo negar que el lenguaje que hablamos determina el modo de cómo pensamos. No sólo es un modo de expresión. El lenguaje origina en las gentes ciertos conceptos, ideas y actitudes con respecto a su entorno y les impide mantener otros diferentes. En la situación descrita, se pretendía que cuando se adoptase la neolengua definitivamente fuese literalmente imposible un pensamiento herético, por lo menos, en cuanto el pensamiento depende de la palabra. El significado de cada palabra depende de su relación con otras; por lo que, una vez que todas las regiones del léxico han sido suprimidas y se han redistribuido otros bloques de significado, las palabras individuales se convierten en apenas inteligibles para cualquiera que no haya dominado el lenguaje como un todo.
Se comprueba, pues, que nadie pudiera decir en neolengua: «Todos los hombres son igual». El problema no es el incorrecto singular «igual», sino el uso del predicado mismo con el sujeto «hombres». El mismo problema se plantea con la frase: «El Gran Hermano es nobueno». Pues la regla selectiva impide aplicar «nobueno» a una serie de conceptos, tales como «Gran Hermano» o «Ingsoc», ya que sólo son de aplicación a otros, tales como «Goldsteinismo», «crimental» o «Eurasia».
Para un oído ortodoxo «El Gran Hermano es nobueno», evoca simplemente una incoherencia evidente. Del mismo modo que para un norteamericano, en plena guerra fría, lo hubiera sido oír: «los rusos son buenos». Pero, además, hay otra razón por la que esta frase resulta imposible... y es que no podría ser sostenida por argumentos razonables, porque las palabras necesarias para tales argumentos no están disponibles, no se conocen. La limitación del lenguaje impide que se formulen ciertas ideas. «Todos los hombres son igual», también sería sintéticamente falsa, en el mismo sentido que «todos los hombres son pelirrojos» es también falso. Se elimina toda creatividad, se impide crear tácticas tales como la metáfora, la analogía, la redefinición, la deducción lógica ordinaria, el préstamo; terminando en la inhibición psicológica, social y física. El término que se aplica a este proceso de uso creativo del lenguaje es «paracrimen»: significa la facultad de parar, de cortar en seco de un modo casi instintivo todo pensamiento peligroso que pretenda salir a la superficie. Incluye esta facultad la de no percibir las analogías, de no darse cuenta de los errores de lógica, de no comprender los razonamientos más sencillos, si son contrarios a los principios de «Ingsoc». Es decir: estupidez protectora.
En el proceso de eliminación y sustitución, la neolengua destila «mujer» como:
“-masculino+adulto” o «niño» como: “+masculino-adulto” y así sucesivamente. «Malo» es «nobueno», «oscuro» es «noclaro». «Mujer» se fijaría entonces como: «adulnohombre»: esto es lo que Syme encuentra tan maravilloso, que le dice a Winston:
«Por ejemplo, tenemos “bueno”. Si tienes una palabra como “bueno”, ¿qué necesidad hay de la contraria “malo”...? «nobueno» sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a “bueno” y la otra no. Al final todo lo relativo a la bondad... podrá expresarse en realidad por una sola palabra. ¿No te das cuenta de la belleza que hay en esto, Winston?...»
Los peligros que percibe Orwell vienen de la rigidez y exclusividad de las jergas... pre-fabricados y artificios para evitar discurrir. Y aprovecha la ocasión, para denunciar que es en las múltiples divisiones sociales donde está el origen de la decadencia del lenguaje. Tales divisiones, no sólo se circunscriben a tener recursos o no tenerlos, ni sólo a las divisiones “categoriales”. A éstas se le van uniendo, de algún modo, las tecnológicas. No será extraño, pues, comprobar, que los seguidores de neolengua empiecen a manifestar ciertos estados “psicóticos” en los que dejan patente un aumento espectacular en su incapacidad para comprender, incluso cuestiones nimias. Eso sí, sin dejar de ser modernos; pues se admite, en la norma impuesta: “+aparato Manolo +moderno”.
Creer que es “una variación periférica tolerable para el sistema” demuestra que no se entiende nada, ni se sabe qué es el sistema... y poco faltará para que por las pantallas televisivas se imponga el «Gran Hermano», 24 horas al día, sin descansar... Este tipo de cultos, no nos engañemos, es el único modo de mantener grandes masas de población siempre al borde de la locura.
El vaticinio se ha hecho realidad. La mayoría de las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo sólo sirven para sostener la mística del “Partido” y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa. La rebelión física o cualquier movimiento preliminar hacia la rebelión, como se puede constatar, no es posible en nuestros días. Nada hay que temer de la masa; muchos de cuyos componentes ni siquiera creen serlo. Dejados aparte, continuarán, los que queden y puedan, de generación en generación y de siglo en siglo, trabajando, procreando y muriendo; no sólo sin sentir impulsos de rebelarse, sino sin la facultad de comprender que el mundo podría ser diferente de lo que es. Sólo podrían convertirse en peligrosos si el progreso de las técnicas hiciera necesario educarles mejor; pero como se intenta mantener el estado de cosas sin mucha necesidad de esto, se procura que el nivel de educación popular decline continuamente.
Las opiniones que tenga o no tenga la masa se consideran con absoluta indiferencia… y por eso se les invita constantemente a que den su opinión: «envíen al 6969 lo que quieran… nos importa un bledo, porque lo importante es el importe + iva… que tenemos derecho a cobrar..., pero les aseguramos que serán escuchados…» (sí… por la telefónica de turno… que emitirá la correspondiente factura en debida forma y plazo…) A las masas se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno… cosa que puede verificarse cuando desde los medios constantemente les dicen lo sumamente inteligentes que son: «¿Un derivado de la leche...?» Respuesta: «la vaca».
Las únicas opiniones que de hecho educan a las masas sólo pueden ser válidas si reúnen ciertos requisitos: «Cómo estaríamos de hartos, que hemos preferido Al Qaeda a Aznar…» (José Miguel Monzón, “Wyoming”, 15-03-04); pues las masas, para lo único que están, es para poder ser exterminadas en cualquier momento… si no fuera así, ¿cómo podría mantenerse la mística del “Partido”...? Todas ellas se merecen que les mientan; pues es el único modo de procurarles fuerza, el único modo para que sean libres y el único modo de mantener la paz.
[Cf: Paul Chilton, «La concepción del lenguaje en Orwell»]
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